Hay quienes padecen el Síndrome del Espejo Retrovisor (SER)

Y tú, ¿padeces el Síndrome del Espejo Retrovisor (SER)?ser

El Síndrome del Espejo Retrovisor (SER) es fácil de explicar. Es mirar atrás y sacar conclusiones a futuro. Es pensar que lo que fue ayer seguirá siendo igual mañana.

El SER es lo que lleva a vivir vidas mediocres. Y todos padecemos —en mayor o menor medida— cierto SER.

Nuestro subconsciente —que gobierna nuestra vida— es una especie de espejo retrovisor que revive y recrea continuamente nuestro pasado. Creemos erróneamente que somos el que éramos, lo cual limita nuestro potencial en el presente, a raíz de las limitaciones de nuestro pasado. En consecuencia, cada decisión que tomamos viene determinada por el filtro de las limitaciones de nuestras experiencias pasadas.

De los 60.000 pensamientos que tenemos a lo largo del día, más del 95% se repiten (y son negativos): ‘no soy bueno’, ‘no soy capaz’, ‘ellos son mejores’, ‘ellos han tenido suerte’, ‘a mí nada me sale bien’, ‘yo suelo tener mala suerte’… Y el problema es que nuestra forma de pensar determina nuestra forma de actuar, y por tanto, lo que conseguimos o no conseguimos.

Al hablar de desarrollo personal, una de las cosas más importantes a tener en cuenta es que:

Nuestro pasado no es futuro;

nuestro presente es nuestro futuro.

Y nuestro presente es el conjunto de decisiones y acciones que tomamos todos los días cuando nos levantamos de la cama por la mañana. No importa tu pasado si estás dispuesto a construir tu futuro. Lo importante no es dónde una persona estaba ni dónde está, sino dónde quiere llegar a estar, porque lo que conecta dónde está con dónde quiere llegar a estar es su capacidad de aprender.

Siempre existe la posibilidad de cambiar porque siempre existe la posibilidad de aprender. Tú no eres tus circunstancias, eres tus posibilidades. Tus circunstancias actuales determinan dónde comienzas pero no dónde acabas. Si quieres dejar atrás el pasado y superar tus limitaciones tienes que dejar de vivir con tu espejo retrovisor y empezar a vislumbrar una vida de posibilidades.

La pregunta —la única pregunta realmente— que debes hacerte es la siguiente:

¿Estoy dispuesto a comprometerme y hacer lo que haya que hacer sin ningún tipo de excusas para llegar donde quiero llegar?

Y sólo tú puedes responderla con sinceridad. Puedes conseguir y llegar donde quieras llegar, pero hay algo que es importante saber:

Tu vida no mejora por azar, tu vida mejora por cambiar.

Si quieres que tu vida mejore, tú tienes que mejorar.

Nuestra vida es el resultado de nuestros hábitos, y los hábitos sólo se construyen por repetición, a base de hacer una y otra vez el mismo comportamiento hasta interiorizarlo. Y para ello se exige disciplina constante e inteligente: hacer lo que se tiene que hacer aunque no apetezca; hacer lo que se tiene que hacer aplicando la regla de cero excusas.

Sí, el proceso duele. Sí, la travesía del desierto hay que pasarla. Sí, es más cómodo hacer lo que a uno le apetezca. Lo cómodo y fácil es la alternativa más apetecible siempre para el ser humano, pero ese camino no conduce a ningún paraje interesante. Recuerda las palabras de Jim Rohn:

O pagas el precio de la disciplina, o pagas el dolor del arrepentimiento.

El dolor de la disciplina pesa kilos; el dolor del arrepentimiento pesa toneladas.

Cada vez que haces lo cómodo y fácil en lugar de lo correcto y necesario estás dando forma a tu identidad y personalidad para mal. Se siembras actos y se recogen hábitos —buenos (virtudes) o malos (vicios)— que van configurando silenciosamente nuestra vida para mejor (peor). Los hábitos buenos nos convierten en personas poderosas; los hábitos malos nos convierten en personas débiles.

Tú decides a qué quieres jugar: si al juego de la ‘mediocridad’ o al juego del ‘ganador’. Es tu responsabilidad decidir y es tu responsabilidad actuar. El grado de responsabilidad que aceptes de todo lo que te pasa en la vida es indicativo de tu grado de poder personal. No vivas por debajo de tus posibilidades, invierte en tu desarrollo personal y vive la vida que quieres. Where there´s a will, there´s a way (Donde hay un deseo, hay un camino). Los ganadores buscan soluciones; los perdedores buscan excusas.

En resumen y para acabar:

Donde estás es el resultado de quién eras, pero a dónde vayas

dependerá únicamente de quién elijas ser.

BEL  CANTO

No aprendí a dejar que las lágrimas cieguen mi visión.

No, no.

No aprendí a vivir preso del miedo o a contar mis heridas.

No, no.

En la noche oscura o en cruenta guerra yo soy un vencedor.

Si, si.

 

No aprendí a enfrentar las tormentas con las alas cerradas.

No, no.

No aprendí a dejar que la duda haga temblar mis rodillas.

No, no.

Vivo en una fortaleza de roca y tengo las alas de un águila.

Si, si.

 

No aprendí a regresar atrás, desmayar o darme por vencido,

No, no.

O detenerme en medio de mi dolor y flaquear en la prueba.

No, no.

Caigo y levanto, se renuevan mis fuerzas, yo tengo destino.

Si, si.

 

 

Autor: ©Rodolfo Campos

El poder curativo de la gratitud.

14203359_10153926515490857_1112651994391160133_nFRAGMENTO DEL LIBRO: «LOGOTERAPIA: PALABRAS QUE SANAN»

Con pesar se observa en nosotros los seres humanos la tendencia a no valorar las cosas que tenemos por estar deseando las que no tenemos, de no valorar nuestras bendiciones por estar angustiados por algunas de nuestras pérdidas. Esto produce que el ánimo se va enfermando, el alma se va embriagando de amargura  y es así, como comenzamos a vivir como si fuésemos autómatas en la vida, sin mayores razones para sonreír, sin entusiasmo para vivir y sin motivos para dar gracias.

Es un hecho ya comprobado científicamente que las personas cuyo ánimo se deprime y cuyo ánimo se marchita, ―estas personas con alma deprimida―; por lo general experimentan enfermedades físicas con mayor recurrencia que otras personas. Y es que la Biblia lo dice: “En la enfermedad, el buen ánimo levanta al enfermo; ¿pero quién podrá levantar al abatido? “ Prov. 18:14 NVI.  Esto es medicina de Dios extraída de su santa Palabra.

El apóstol Pablo en su carta a los Colosenses 2:7 dijo: “Por lo tanto, de la manera que recibieron a Cristo Jesús como Señor, ahora deben seguir sus pasos.  Arráiguense profundamente en él y edifiquen toda la vida sobre él. Entonces la fe de ustedes se fortalecerá en la verdad que se les enseñó, y rebosarán de gratitud”.   Pablo habla de cosas muy importantes.  Estar arraigado es lograr la suficiente estabilidad y estar edificado es tener un cimiento firme.  Ambas cosas son superlativos que fortalecen la fe, la confianza y la seguridad que no permitirá que nos hagamos pedazos o que fluctuemos de una emoción a otra, sino que puede mantenerse aun en medio de la tormenta. Lo admirable es que junto a estas cosas se incluye algo que nosotros quizá no sabemos valorar al nivel que el Espíritu Santo lo está poniendo. Dice allí mismo: “y rebosarán de gratitud”.

Notemos en que nivel espiritual se presenta la gratitud en este escrito paulino.  La gratitud no es cualquier cosa, ni pensemos que expresan mayor gratitud aquellos que tienen un temperamento más extrovertido, que siempre sonríen o cantan.  Indistintamente de nuestra personalidad o de nuestras emociones, la gratitud es un valor al que no debiéramos renunciar.

La gratitud proviene del griego “eukaristía” que literalmente se traduce como: gratitud.  Por eso cuando tomamos la Santa Cena o la Comunión  está perfectamente bien usado porque en ese momento estamos dando gracias a Dios por el don supremo recibido en Jesucristo.  Al compartir el pan y al compartir el vino hay gratitud en nuestros corazones.  Debemos aprender que la eucaristía no es algo que usted recibe, sino algo que usted da.

Otras acepciones de la palabra eucaristía, se refieren a la necesidad de aprender a hablar un idioma de gratitud.  Y aquí nos encontramos con un asunto que es contrario a nuestra experiencia, porque por naturaleza o por costumbre tendemos a ser más quejosos que agradecidos.

Hemos de aprender que el idioma de la gratitud nos abre muchas puertas, porque esta actitud te hace ver siempre lo positivo aún en medio de luchas, aunque no entiendas todo lo que ocurre a tu alrededor y dentro de tu mundo interior. Hoy queremos como ejemplo, ofrecer nuestro agradecimiento a Dios con una oración sincera que expresa nuestro amor por lo que nos permite ser cada día:

Quiero expresarte mis sentimientos surgidos en mi caminar por mi mundo interior de luchas y victorias.

Ahora me detengo un instante y miro hacia delante, a la luz del día.

He caminado un largo trecho donde tu luz me fue alumbrando cada día con mayor intensidad.

Miro también hacia atrás para ver el camino por donde me guiaste.

Gracias Señor por salvarme cuando estaba ciego, prisionero y angustiado.

Tu me llamaste y sin yo merecerlo, tuviste misericordia de mí.

Por ese milagro y muchos más, sé que tu estás en mí, ahora, y más allá de mis pensamientos.

Ahora veo con paz mi pasado, no para llorar por mis errores, sino para reconocer la ceguera espiritual en que me encontraba, pero que tu alumbraste poniendo en mi ser arrepentimiento y liberándome de todo lo negativo de mi interior.

Me diste también capacidad de perdonar a otros, pedir perdón y perdonarme a mí mismo.

Gracias, porque en mi caminar de tu mano, nunca me abandonaste.

Pusiste el dedo sobre mis llagas para que a través del dolor de mis heridas tuviera que enfrentarme a ellas para poder sanarme emocional y espiritualmente.

Aunque tengas una lista de necesidades y deseos, pregúntate de qué dispones ya de lo que puedas sentirte agradecido. Busca las cosas de tu vida que despierten tu gratitud, aunque al principio te parezcan insignificantes. Pronto comenzarás automáticamente a sentirte optimista y dichoso.

Haz una lista de agradecimientos y mira cómo va creciendo. Concéntrate en la abundancia que hay ahora en tu vida, no en las carencias.

Ve tu vida completa, plena, y mantén esa visión. Afírmala. Llévala a cabo. Conviértela en realidad. No busques nada fuera de ti.

Anécdota de gratitud:

Hace unos años, después de predicar por tres días en una iglesia en una provincia lejana, me dirigía a la terminal de buses en compañía de un diácono de aquella iglesia que durante esos días había sido en extremo atento conmigo. En su carro mientras nos dirigíamos a la terminal, mi espíritu fue conmovido por un sentir.  De inmediato puse en la mano de aquel hombre toda la ofrenda que había recibido en aquella iglesia. Entre lágrimas este hermano me confesó que había tenido varios días de frustración, por no tener dinero para comprarle un medicamento a su esposa enferma.  Su gratitud fue tanta que allí mismo llamo por teléfono a su pastor para agradecerle la oportunidad de ser mi ayudante a regresar.  Nuestra ofrenda de gratitud no solo sano la frustración en él, sino a la vez produjo gratitud en él.

A partir de lo dicho, tú puedes introducir cambios positivos en tu vida si eliges abrazar la gratitud.  Piensa en cuantas cosas te han salido mal, relaciones que se rompieron a causa de una descortesía. Una indiferencia o una apatía quizá fue lo que te cerró una puerta, lo que te aborto una buena situación de negocios o trabajo.  Pensaste que alzando la voz, amenazando o hablando áspero lo ibas a conseguir, y al cabo lo único que conseguiste fue puerta cerrada y frustración.

Puedes introducir cambios positivos en tu vida, si eliges abrazar la gratitud.